lunes, noviembre 27, 2006
Lástima al Parqueadero
martes, noviembre 21, 2006
Una Candelaria en Transmilenio
miércoles, noviembre 08, 2006
Rarezas Online
jueves, noviembre 02, 2006
Carta de Queda
No se como comenzar a escribirte ya que no se si podrás leer esto que te dejo aquí, en este lugar tan extraño, al que juré nunca venir. Déjame entonces intentarlo con...
Estimado hijo:
Después de tantos momentos juntos, separados, fritos y revueltos, no sabes la felicidad que tengo de poder dejar esta vida en paz, donde todo lo que pude hacer, lo quise hacer, pero sobretodo viceversa. Aunque creo, con alma y corazón, de que no llegarás a leer esto, se me hacer urgente escribirte ya que te veo un poco preocupado, sin agregar el cansancio que debes tener por mis actitudes de hace ya, un largo tiempo. Siempre traté de colocarte un 'switch' para prender y apagar tus preocupaciones de vez en cuando, porque no te dabas cuenta que me dolía verte así, mas sobretodo cuando tratabas de evadirlos encontrando problemas en las otras, en mi. No necesitaba que me recordaras que me sucedía, sobretodo en estos días, pues a veces tengo rutinas que no puedo borrar; preocupaciones que llegan en las mismas fechas, en todos lo años, para guardarme en un pequeño escudo que, muy pocas veces, me gustó enseñarte a ti y muchisimas veces, me gustó mostrarle al resto del mundo. Aún así, me gustaba que hicieras eso, pues al fin y al cabo hacer de analista, te ponía en esa bata (o escudo, en mi caso) que mandaba todos tus problemas a otro momento y te daba a mostrar lo que me encantaba ver, tu sonrisa. Me conociste tal y como nadie me conoció. Por eso digo que me conociste. Encontraste a la persona detrás del escudo y, creo muy bien, que conocí al hombre debajo de la bata; adentro de la botella como este mensaje. Por eso, te dejé estas últimas palabras aquí. Aparté a millones de personas y mi enfermedad hizo que me alejara de muchas otras; las criticaba que se iban pero luego me di cuenta que, el que cruzaba la puerta, era yo. Hijo mío, a pesar de todo te quedaste, me criticaste, sonreiste, alegraste, y millones de otras cosas que alargarían esta carta y te aburrirían, y en el peor de los casos, te asustarían. ¿Sabes por qué? Porque siempre le tuviste miedo a LA palabra. No escribo de una en especial, hablo de simplemente cualquier palabra que se convierta en un monosílabo. Ajá. Sí. Ya. Entiendes. Le tuviste miedo a perder a tu gente, tu familia, tu amor, tus amigos, tus dibujos en tu oscuro recinto, tus ideales, tus héroes, tus palabras, tu risa, tu... todo. Todo. Con un monosílabo te llegaba la preocupación de que me iba, mientras yo te estaba dando a entender que me quedaba.
¿Dónde estoy ahora? Donde siempre he estado, donde en un principio me encontraste y donde una noche te pedí que te quedaras para siempre: En una botella.