viernes, mayo 23, 2014

Interrogatorio # 1

Si vamos a hablar de ella tomémonos un momento y, con su respectivo permiso, déjeme tomarme el resto del vino que queda; necesitaré hidratar mis ganas de hablar sobre ella. Sírvame a lo que de la botella y lo que la copa aguante. Nunca he comprendido por qué las copas de vino son tan grandes y los tragos tan cortos. Tal vez de eso se trata el lujo... Está bien, empecemos:
La conocí una noche cualquiera, como de esas nocturnas decisiones en el que uno no quiere la cosa. No hubo un cliché que arropara la historia que estoy contando. Por el contrario, ella acababa de salir del baño y había vomitado 7 tónicas adornadas con ginebra que había tomado antes de que yo decidiera salir. Un poco de ese vómito colgaba aferrado de su manga izquierda. Deduje que se había limpiado con ella, porque tenía tacones pero la clase hoy no se define por los zapatos sino por la calidad de los besos... y a qué tipo de poeta se los dan. En fin, no trae relevancia al caso. La vi salir y me reí. La escena era demasiado graciosa: abrió la puerta del baño con su codo para no untar el resto de sobriedad que le quedaba y su caminar delataba que las copas habían hecho de ella una diana perfecta para revolcar el resto de la noche. No campeón, su nombre no era Diana...
¿Necesita el nombre real? ¿Para qué? No veo necesidad alguna sí lo que me pregunta es cómo fue el primer encuentro. Además, dejémosle el nombre que me dijo usted ya que es más adecuado a la personalidad que conocí.
¿En qué iba? Ah si... En realidad no recuerdo el primer acercamiento. Creo que mientras la miraba, el televisor del bar gritó por un instante y yo salté a mirarlo de mala gana. Cuando volví a ver hacia el baño, ella ya no estaba. No, el sitio no era tan grande pero es difícil reconocer a una mujer vestida de negro en esta época. ¿Ha notado cómo todas se visten de negro? Es como si fueran a un funeral o a ver a quién pueden hacerle luto en una cama. Me distraje mientras masturbaba el whisky con hielo y, cómo por arte de magia, se encontraba al final de la barra limpiando los restos del "desastre" con una servilleta mojada de una piña colada. Ja! Me encanta rimar sin querer.
¿A quién le importa de quién era la piña colada? No tengo ni la menor idea! No, no la vi tomando en todo el tiempo que estuve ahí. Falso... si se tomó un vaso con agua que el bartender le regaló. Ahí fue cuando se desmayó...