martes, abril 12, 2016

A-mar

Admito que me duele. ¿Cómo no va a dolerme que me aparte de esa manera? Tanto que repetía la falta de amor, cariño, abrazos y besos por su cuerpo. Le habían dejado una sequía, justo en el momento que ella más bailaba rogando lluvia y no lágrimas. Parece ser que me sobrepasé con mojarla. Para ella, fue demasiado tanto amor que decidió que me apartase unos momentos para tomar aire... 
Tiene sentido: es imposible respirar debajo del agua. Bueno, no para todos. Algunos tuvimos la capacidad de sobrevivir al naufragio que alguna tormenta, de otros tiempos, intentó acabar hasta con nosotros mismos. Nadamos con fuerza (y a ésta misma) para tocar tierra firme, entre ruegos buscando volver a sentir el sol en nuestro rostro, con la esperanza hecha sal en los labios que con fortuna volvería a ser todo éste un arrullo; sin sacudirnos sin querer de tal manera. Perdimos el aliento pero nos encontró tiempo después... llegó cuando las olas no volvieron a asustarnos. 
Tiene esa capacidad de calmarnos a lo lejos pero, cuando se tiene que vivir en ella, intenta abarcarnos. No todos tienen esa capacidad de tambalear, jugar y hasta luchar en una orilla. Tal vez ella siempre tuvo los pies en la tierra y nunca tuvo que soportar el movimiento de la arena. Probablemente le gusta humectarse con unas cuantas gotas, sin tener que sentir la dicha cuál Gene Kelly. O, en el peor de los casos, no tiene las agallas para a-mar.

Si es este último caso, es mejor zarpar Spiel. Por favor, eleva anclas cuando estas mismas quieran hundirte.