miércoles, enero 04, 2006

Cuento 0

Hace rato no escribía. Para ser sinceros, desde el año pasado. Andaba en un viaje por la nave, visitando al planeta que nunca le fallará a nadie... AA-GCEH (es decir, el de la familia), teniendo problemas técnicos para la comunicación con la tripulación. Lo que en realidad quiero contar es una historia que me relataron tres amigos inseparables, cuando hablamos de las orillas: El Mar, El Viento y La Arena, que ha decir verdad, quedo impregnada en mi memoria y hasta la noche de hoy no se ha desvanecido. Antes de que coja rumbo hacia otro mundo, quiero dejarla escrita, de este modo podré comprobar lo importante que fue para mi, ese relato en su momento.
Para comenzar a relatarla, tenemos que remontarnos al planeta azul, y de ahí, coger rumbo a los lados donde hoy es el continente asiático, o más específico, en la conocida y poblada China. Fue en Taiyuan donde un circo hospedaba, en una noche estrellada, a un grande y hermoso tigre llamado Shangai, nombre que le dieron en honor a su abuelo, proveniente de Hong Kong. A diferencia de su familia, y por más que nació en el circo, Shangai nunca estuvo contento con su vida. Estaba cansado de hacer el mismo espectáculo una y otra vez, sin contar la comida de mierda que les daban al final de la jornada de entrenamiento. Este tigre ya estaba decidido a que en esta noche, tomaria rumbo hacia el occidente, de preferencia un lugar cálido, para quedarse sus últimos momentos de vida fuera de este maldito circo. En el momento en que el Oso Menor brilló en sus ojos y mente, el tigre tomó camino hacia su sueño. Mientras se llevaba un pedazo de carne en su boca, que robó de su cárcel, corrió por varios meses en busca de la esperanzada libertad con la que una vez durmió. Atravezando todo el continente, Shangai aprendió a cazar conejos y a mostrar su territorio que adoptaba por unas cuantas horas, utilizandola solo para descansar. Conoció muchos animales, que a la larga, le brindaban apoyo para que continuara con su viaje y el sueño de ser libre, a su manera, se hiciera realidad. El tigre logró llegar a la ciudad egipcia de Mendes, donde paró a tomar agua. Parecía ser que ya su viaje iba a terminar, pues el calor no solo abundaba, sino que a su vez, se sentía lleno en el lugar donde estaba parado. África enamora... maldita África. Mientras Shangai tomaba energías para correr más y más, una gata dorada se hizo a lo lejos para refrescarse en ese río. El tigre se detuvo, y sin saber por qué, se quedó mirando fijamente al nuevo animal que de la nada se habia aparecido en su territorio. Éste no se habia dado cuenta que cerca de ahi habitaba una familia y la gata, llamada Nilo. Los padres de la gata, si se pueden llamar así, al verlo empezaron a llamarla para que se alejara, pero Nilo no se había inmutado de la presencia de tan inmenso felino. En cuestión de segundos, y sin saber que lo llevó a hacerlo, Shangai tomó todas las fuerzas y el valor posible para correr, agarrar a Nilo del cuello y huir con ella. Mientras la gata se movía para escaparse, y los gritos de su familia se perdían en la lejanía, ambos felinos se desvanecieron entre la arena y el calor. Sin saber donde se detuvo pero sabiendo que era muy lejos, Shangai bajo a Nilo cuidadosamente. A sorpresa de ambos, Nilo no huyo, ni lo golpeó, ni hizo absolutamente nada en contra de Shangai. La gata se quedó mirando al tigre, fijamente. No existía rabia, temor, desafío, ni cualquier elemento que pusiera el espacio pesado. Estaban ellos dos, y parecía que era lo único que importaba. No se movieron por horas... no se movieron por días, y por ende, se convirtieron en la historia del año del Sol y la Luna. Estos dos, se quedaban perplejos al ver que no habia necesidad más que de mirarse. Ni el calor que les daba el Sol, ni mucho menos el duro frío que les brindaba su esposa, los hacía inmutarse. Fue entonces en una salida de la Luna, cuando ambos se dieron cuenta que sus días se estaban acabando. El hambre y el frío empezaron a aparecer y con ellos, el peor de todos los males: La muerte. Fue entonces, en esta última mirada fulminante cuando se dieron cuenta que todo iba a terminar en esta noche. Hablo de esta mirada porque aunque fue una larga mirada, al parecer de los felinos fue una de las millones de conversaciones que tuvieron, como si la mirada se dividiera en diminutas palabras. Como si evadieran la muerte, Nilo le dice que no quiere dejarlo y Shangai adopta la posición de escapar o eliminar cualquier cosa que los interrumpa. Nilo se rie. Ambos sabían que iban a morir en ese lugar. Fue ahí cuando al tigre se le ocurrió otra idea, esta vez más cuerda. Shangai le pidió a Nilo que le arrancara el ojo, para que así, nunca pararan de verse. Nilo, por sus propias razones, tomó fue su ojo izquierdo y con sus pequeñas patas se lo arrancó y justo cuando se lo iba a entregar al tigre, Shangai tomó su uña y se quitó el mismo ojo. Con la mirada en la mano, los ojos se movieron y continuaron viendose. Y ni la misma muerte, pudo detenerlos.

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