sábado, mayo 16, 2015

¿Qué hacer con ella(s)?

Las amarro y las pongo en la mesa de noche. Dudo si guardarlas en el pequeño cajón, pero me da ese tipo de escalofrío que sólo ocurre cuando se tiene incertidumbre al olvido. ¿Y si no las encuentro mañana? Nada valdría esta pena. Ya entendí a las malas que tenerlas sueltas recorriendo cada rincón de mi cuarto, jugando con mi teléfono y mi cabeza, mirando sus fotos... Me encanta recorrer una a una, viendo pedazos de ella. De su vida. Cada fotografía le da ilusiones a mis dedos con poder tocar la pantalla anhelando que ésta sea, de una buena vez, su mejilla. O su boca. Cualquier parte de su cuerpo quitaría esta maldición que unos largos kilómetros me han puesto. Un beso sería el antídoto perfecto, pero sé que debo tener mucho cuidado con los fármacos. No puedo excederme y toda cura tiene efectos secundarios. Al igual que la fantasía, podría enloquecerme o contraer una enfermedad sicológica; autismo por ella es un buen ejemplo.

Las dejo entonces encima de un cenicero. Me da miedo que manchen la madera con las lágrimas o dejen una quemadura cuando se pongan muy intensas. Quietas y medio dormidas, se quedan indiferentes. No es la primera vez que lo hago, por eso no les incomoda el nudo ciego que les he impuesto. Saben que no son prisioneras y que el cordón delgado no es un castigo. Por eso se dejan someter a mi necesidad de silencio, porque la espera hace mucho ruido y esto las alborota en la fina línea de la cordura.

Apago la luz. Les doy mi espalda y trato de descansar. Desde que aprendí a soñar despierto, dormir ha sido una inmensa quimera. Más aún con ellas, que sin ella, no encuentran calma. No nací con la mente estratega, así que la astucia tropieza a gatas cuando trato de buscar soluciones. Me estoy quedando corto y ellas lo saben. Por hoy, ha funcionado... pero me es imposible seguir así. 

Necesito saber qué hacer con estas ganas que me ha dejado ella. 

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