domingo, agosto 11, 2013

Un terror y un sueño

He dormido toda la tarde.

Bueno... viendo la hora, creo que dormí toda la semana. Entre intervalos logré alcanzar al sueño en varios momentos, pero al ver el reloj creo que me sobrepasé en la carrera. Despertar es difícil cuando no se tiene un motivo. Es más, lo mismo pasa con soñar. Soñar es difícil cuando todo está envuelto de razones.

A veces siento que he dormido toda mi vida. Eso, a veces me asusta. Dicen que tendré todo el tiempo para dormir cuando me muera, pero algo me dice que no será así. Cuando me muera no dormiré, porque estaré muerto y los muertos no duermen: mueren. Todo un cementerio, creo yo, está muriendo todo el tiempo. Hasta las cenizas de un crematorio, sigo creyendo, están muriendo. Allá, es lo último que creo, nacen otros verbos y actos que uno hace mientras muere.

Bailar, abrazar, reír, llorar, sufrir, adorar, cantar, mirar, besar... todo se hace porque se está vivo. Uno muerto tiene que hacer otro tipo de cosas. Dormir es ese ensayo de la muerte. Uno descansa para volver a cansarse. En el momento en que se sueña, se sabe que está vivo. Soñar, es ese acto de fe en tener la esperanza de volver a vivir, después de decidir morir. Los sueños son esas repercusiones de haber vivido (o de querer vivir algo que aún no se ha vivido) y es lo más hermoso que existe. El problema es cuando no se sueña. Yace entonces el problema del cuál vine a escribir hoy:

He dormido toda la tarde... y no soñé. 

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